jueves, 28 de julio de 2011

DE MÍ HACIA TI, PADRE MIO, QUE HAS MUERTO

 Y entonces abandonas la tierra en que yo te amo.
Dios te sepa extender mis pasos en tu larga travesía.
Adiós. ¡Adiós padre mío!
Adiós con esos brazos que me mecieron de niño,
con esos dedos tercos
que infringiendo el dolor doblegaron el miedo,
con esos ojos rebeldes, insurrectos, que de noche
se encendían como lámparas de esperanza.
Adiós con esas manos de tiempo
que esparcieron trifulcas en el espacio,
que surcaron de ilusión toda la tierra.
Adiós con esa raza fusionada,
que un día te hizo grande y te hizo pequeño.
Anda, padre mío, anda a esa tierra desconocida,
a sembrar cuchillos, proverbios clandestinos,
anda a esa tierra en que una ala te acoge y
un mayo en auxilio te aguarda ansioso por venir;
anda a esa tierra, haya en donde aun continúa
tu avance intermitente,
tu guerra inconclusa
tu grito silencioso.
Aquí, se despide el hierro y no la espada
aquí la herida y no la llaga
aquí la letra y no el sonido

AMÉRICA INDIGENA ¡LEVANTAD!

Me envuelve todo. Todo, todo me rodea:
socorros, mutiladas vidas, llantos,
coartadas, auxilios. Panes en fracciones roídos
  me asedian, piedras castradas en substancia
 me acribillan. Me requieren hombres,
 mujeres sustraídas. Brillo de malos ojos me
   atraviesan, número de vísceras revueltas me
persiguen. Me envuelve todo. Todo, todo me rodea.

Bajo sucesiones, he ahí deslucido Colla, bajo la escala
intermitente; ¡Ah! me miras temiendo todavía,
 creando exordios en el cuello, conspirando imágenes,
lavoteando la venganza ya sin venganza de tu hermano
el Guaraní maquinando sacudido, asechanzas
toda en una. Y en el pecho el llanto, ¡Oh! Mapuche lloroso,
en el vientre lavas todos los miedos australes
  del Charrúa embestido por astas de pólvora y el
pánico. Y en los humeros la queja, ¡Oh! Lupaca cautivo,
   detienes sin embargo en la osamenta, todavía
 del Inca doliente todos los males en él reprimidos.

Y en América la mano curtida que trabajó con sangre
la roca primitiva o el zumo, para convertirlo
en arma o recinto, en flecha o medicina.
Me rodean a veces llamados, fervientes voces,
 vientres sorprendidos, lenguas laceradas.

¡América, escuchadme amor mío!, levantad
 al hermano de la tumba inventada,
  removed al hombre bajo la escala sin escala,
robadle a la tierra el abono humano mil años
 en el vientre sumergido.
Luego, os pido, redimid al Charrúa desde su rabia
de huesos y gusanos. Al Colla, al Mapuche
   rígido, al Lupaca, al Guaraní, al Inca oprimido.
¡Salid corriendo América!, recoged las manos
esperando, tomad la cifra en suma, reponed
 en cada puño los ojos devastados.
¡Vamos!. Tomad la tierra a cada paso sacudida,
  responded por los lomos  tantas veces
 lesionados, tomad la miseria en masa,
arrullad la pena tantas tardes repetida.

 Varón combatiente, Indio. Venid hermano. Asomad
 los ojos a mis ojos, pernoctad en mi ladera
de bronceados científicos y artesanos milenarios.
Ya no hay frío miedo en nuestros pechos. Bajad anda,
 de tu arcano escondite de dedos machacados.

Indio, amor mío, domador de cóndores insurrectos;
es, ahora, a ti a quien canto:
  Blanco de saetas en el aire y de flagelos feroces
   que en el reverso mordieron en la sangre
 el hierro o la asistencia. Padre del niño terroso
   patrón de llamas y guanacos, de alpacas
   relucientes y de llantos. Reidor de risas
rebuscadas, soñador de sueños aniquilados,
 en busca de todo salid y de nada, de poco y
 de mucho en consumación, de América y la
 tierra al fin y al cabo, del grito, del asalto silencioso
 y del llamado, del plato frio y del llanto.
A ver quien viene. ¡Salid hermano!

miércoles, 23 de junio de 2010

DE TAL KAFKA TAL SAMSA

Orígenes familiares

Kafka nace el 3 de julio de 1883 en un viejo edificio situado a dos pasos de la iglesia de San Nicolás, entonces dedicada al culto ortodoxo ruso y hoy al husita.[2] Es hijo de Hermann Kafka (1852-1931) y Julie Löwy (1855-1934).
Su padre, Hermann, era originario de
Osek, aldea de población mayoritariamente judía checo-parlante, cerca de Písek, en la región de Bohemia del Sur. Tras trabajar como representante de comercio, se estableció por su cuenta en Praga en 1881, regentando un negocio textil en la Zeltnergasse (Celetná ulice) 12, que contaba con 15 empleados cuando el pequeño Franz nació. Utilizaba un grajo (kavka, en checo) como emblema comercial.[3]
La madre de Franz, Julie, de familia germano-parlante, era hija de Jakob Löwy, un próspero fabricante de cerveza de Poděbrady, ciudad-balneario en Bohemia Central y su educación era mucho más refinada que la de su esposo.[3]
El pequeño Franz recibe su nombre de pila en honor al emperador Francisco José I. Era el mayor de seis hermanos. Dos de ellos, Georg y Heinrich, fallecieron a los quince y seis meses de edad, respectivamente, antes de que Franz cumpliera los siete años. Tuvo tres hermanas llamadas Gabriele ("Elli") (1889–1941), Valerie ("Valli") (1890–1942), y Ottilie ("Ottla") (1891–1943). Tras la ocupación nazi de Checoslovaquia, las tres hermanas fueron enviadas al ghetto de Łódź. De allí, Ottilie fue enviada al campo de concentración de Theresienstadt, y de allí, el 7 de octubre de 1943, al campo de exterminio de Auschwitz, donde aquel día 1.318 personas fueron asesinadas en las cámaras de gas a su llegada, incluyendo a Ottilie. Las otras dos hermanas también perecieron en la Shoah.

Educación

Palacio Kinsky en Praga, donde Kafka cursó secundaria y su padre posteriormente poseería una tienda.
Como muchos praguenses en aquella época, Franz Kafka hablaba checo y alemán, en su caso desde la primera infancia, por ser las dos lenguas maternas de su padre y madre, respectivamente. Posteriormente adquirió conocimientos de
francés y cultura francesa. Entre sus autores favoritos estaban Flaubert, Dickens, Cervantes y Goethe.
Cursó sus estudios primarios entre
1889 y 1893, en la Deutsche Knabenschule, ubicada en Masný trh / Fleischmarkt, actualmente Masá unica. Sus padres tenían poco apego a las tradiciones judías, y aparte de la celebración del Bar Mitzvah, al cumplir Franz los 13 años, Franz apenas acudía a regañadientes cuatro veces al año a la sinagoga, acompañando de su padre.
La educación secundaria la cursó en el riguroso Altstädter Deutsches Gymnasium, situado en el interior del Palacio Kinsky, en la Staroměstské náměstí ("Plaza de la Ciudad Vieja"). Aprobó su "examen de madurez" (
Bachillerato) en 1901. A continuación estudió Derecho en la Universidad Carolina de Praga, tras haber cursado dos años de Química. Obtuvo el doctorado en leyes el 18 de junio de 1906. En la universidad acudió también a clases de estudios germánicos e Historia del Arte.
Como estudiante tuvo un papel activo en la organización de actividades literarias y sociales, como miembro del club Lese- und Redehalle der Deutschen Studenten. Promocionó representaciones para el
teatro judeoalemán. En sus relaciones sociales, Franz albergaba temor de ser percibido de manera repulsiva tanto física como mentalmente. Muy al contrario, impresionaba a los demás con su aspecto infantil, pulcro y austero, su conducta tranquila y fría, y su gran inteligencia, además de su particular sentido del humor.

Etapa adulta

Después de sus estudios de leyes, en 1906 realizó un año de servicio obligatorio (sin remuneración) en los tribunales civiles y penales, con funciones administrativas.[1] Tras ello, ingresó como pasante, también sin retribución, en una agencia italiana de seguros de accidentes laborales (Assicurazione Generali); fue entonces cuando comenzó a escribir. Al año siguiente obtuvo un contrato fijo en otra agencia de dicho ramo. El padre de Kafka se refirió a este trabajo como "Brotberuf" —un empleo tan sólo para pagar las facturas. En 1913 escribe su libro inicial Consideración y en 1915 el famoso relato La metamorfosis. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis, lo que le obligó a mantener frecuentes períodos de convalecencia, durante los cuales recibió el apoyo de su familia, en especial de su hermana Ottilie, con quien tenía mucho en común. En 1919 finaliza los catorce cuentos fantásticos (o catorce lacónicas pesadillas) que componen Un médico rural.
Un tema de gran importancia en su obra es su relación con un padre autoritario. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su hijo y hasta el año
1922 lo tiranizó. De ese conflicto y de sus tenaces meditaciones sobre las "misteriosas misericordias" y las ilimitadas exigencias de la patria potestad, declaró el propio Kafka que procedía toda su obra, incluyendo en particular su célebre Carta al padre, nunca publicada en vida.
Su relación tormentosa con varias mujeres fue determinante. La más familar con
Felice Bauer dio origen a una correspondencia fundamental, analizada por Canetti. A principios de 1920, mantuvo una relación amorosa con la escritora, traductora y periodista checa Milena Jesenskà. En 1923 se trasladó a Berlín, con la esperanza de distanciarse de la influencia de su familia y concentrarse en su obra; se reunió con Dora Diamant, una joven de 25 años descendiente de una familia judía ortodoxa, que había huido de su pueblo natal, a la que había conocido en el verano del mismo año en una colonia judía de vacaciones, en Müritz, a orillas del Báltico. Dora se convirtió en su compañera y tuvo mucho que ver en el interés de Kafka por el judaísmo.
En sus diarios y cartas se queja frecuentemente de
insomnio y dolores de cabeza. Fue un partidario de la dieta vegetariana y del naturismo. Se dice que consumía grandes cantidades de leche sin pasteurizar, lo que pudo ser el factor desencadenante de su tuberculosis, en 1917. No hay coincidencia de pareceres sobre los más que probables trastornos psicológicos de Kafka. En sus cuadernos íntimos él habla de "demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución", "soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. La interpretación médica que se haga de estos pasajes no dejará de ser arriesgada y sobre todo simplificadora. Kafka fue un ser atormentado y complejo, pero también, a su manera, gozó de la vida con una intensidad fuera de lo común.
El estado de salud de Kafka empeoró sensiblemente en años posteriores con el avance de la enfermedad. Regresó a Praga, acudiendo posteriormente a un
sanatorio cerca de Viena para recibir tratamiento. Los problemas físicos le causaron molestias en la garganta, lo que hacía que el tragar los alimentos le resultara muy doloroso, de manera que en sus últimas semanas se alimentó principalmente de líquidos. Murió en el sanatorio el 3 de junio de 1924. Su cuerpo fue llevado a Praga, donde fue enterrado el 11 de junio, en la parte judía del Nuevo Cementerio de Praga-Žižkov.
Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte. Con anterioridad a su fallecimiento, dio instrucciones a su amigo y albacea
Max Brod de que destruyera todos sus manuscritos; Brod hizo caso omiso de esas instrucciones, y supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su poder. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos pero tan sólo en parte. Dora guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que fueron confiscados por la Gestapo, en 1933. Actualmente prosigue la búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka a escala internacional.
Los escritos de Kafka pronto comenzaron a despertar el interés del público y a obtener alabanzas por parte de la crítica, lo que posibilito su pronta divulgación, hasta el punto de que marcaría el proceso posterior de la literatura del
siglo XX. Todas sus páginas publicadas, excepto varias cartas en checo dirigidas a Milena, se encuentran escritas en alemán.
En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas, las cuales nunca llega a comprender. El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente a menudo para describir situaciones similares. Una curiosidad: En ocasiones usaba el pseudónimo de Yerba amarga, supuestamente los días de mayor hastío o desazón.
Harold Bloom ha escrito en 1995: «Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos».

Interpretación crítica

La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han intentado (e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka, interpretándola en función de distintas escuelas de crítica literaria, como por ejemplo la modernista, la realista mágica, etc. La desesperación y el absurdo de que su obra parece estar impregnada se consideran emblemáticos del existencialismo. Aparte, unos han intentado hallar la influencia marxista en la satirización de la burocracia, en obras tales como En la colonia penitenciaria, El proceso y El castillo, mientras que otros apuntan al anarquismo como el fundamento de inspiración para el individualismo antiburocrático de Kafka (tomando en cuenta también su breve militancia en una organización de este tipo y su apoyo a algunas campañas promovidas por los anarquistas checos). Sin embargo, una parte importante de la crítica ha interpretado su obra bajo el prisma del Judaísmo; también se ha intentado darle una interpretación a través del Freudismo (debido a sus conflictos familiares); o como alegorías de una búsqueda metafísica de Dios, según propuso Thomas Mann.
Más modernamente,
Walter Benjamin habló de su tensión entre la tradición mística y la modernidad metropolitana. Hay quien considera, con todo, que bajo los renglones de Kafka no se encuentra ningún sentido oculto, que sólo son historias y cuentos. Pues el mundo que desea Kafka no es nada oculto, es un mundo de los hombres, construido por ellos mismos (Arendt). Y, en definitiva, nunca se enciende en Kafka el aura de lo infinito: cada frase vale literalmente lo que se dice en ella (Adorno). Más aún, Barthes, de acuerdo con la crítica y traductora kafkiana Marthe Robert, defiende ante todo fijarse en su técnica "alusiva", técnica que apela a algo defectivo por fuerza, pues el sentido del mundo no es enunciable.
Se pone énfasis repetidamente en el tema de la
alienación y de la manía persecutoria en Kafka; dicho énfasis se halla inspirado, en parte, en la contra-crítica de Gilles Deleuze y Félix Guattari, quienes mantenían que Kafka representa mucho más que el estereotipo de figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y, aun así, "alegre" de lo que parecía ser. Los biógrafos han comentado que Kafka, como otros grandes escritores, tenía costumbre de leer capítulos del libro en el que estaba trabajando a sus amigos más íntimos, y que la situación llegaba a ser cómica y concluía en risas de todos.
Su obra es expresiva, como ninguna otra, de las
ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX. También viene a expresar las relaciones entre literatura y amenaza, como señala Blanchot. Su importancia es tal que en varias lenguas se ha acuñado el adjetivo «kafkiano» para describir situaciones que recuerdan a las reflejadas por él. De modo análogo ha acontecido con «borgiano» acerca de la temática y el estilo de Jorge Luis Borges, traductor y devoto de la obra del checo. Lo que ocurre, como señala Coetzee, es que siendo el menos psicológico de los escritores, Kafka tuvo un sentido penetrante de las obscenas interioridades del poder. Pero es cierto que puede entenderse de otro modo: Sebald describe la llegada de K. al Castillo como la elección del país de la muerte.

JOSÈ SARAMAGO: EL ESCRITOR MÀS ALLÀ DEL HOMBRE

Biografía

Primeros años

José Saramago nació en la freguesia de Azinhaga (municipio de Golegã, en el distrito central del Ribatejo, Portugal), cerca del río Tajo, a 120 km al noreste de Lisboa.
Sus padres fueron José de Sousa y Maria da Piedade, una pareja campesina sin tierras y de escasos recursos económicos. Este origen marcaría profundamente el carácter y la tendencia político-teórica del escritor. El
apodo de la familia paterna era Saramago ("Jaramago" en español, nombre de una planta herbácea silvestre de la familia de las crucíferas). El niño debería haberse llamado José Sousa, pero el funcionario del registro civil cometió un "lapsus calami" (error de pluma) y lo anotó como José «Saramago», aunque hay quienes dicen que fue una broma del funcionario, conocido de su padre. El registro oficial menciona el día 18 de noviembre, aunque fue el 16.
En 1925, la familia de Saramago se mudó a
Lisboa, tras un breve paso por Argentina, donde su padre comenzó a trabajar de policía. Pocos meses después de la mudanza, falleció su hermano Francisco, dos años mayor. Saramago nunca perdió su relación con su aldea de nacimiento, donde fueron numerosas sus estancias, ni con sus costumbres rioplatenses, siendo pública su predileccion por el dulce de leche y el mate.
En 1934, a la edad de 12 años entró en una escuela industrial. En aquellos años incluso los estudios técnicos contenían asignaturas humanísticas. En los libros de texto gratuitos de aquellos años Saramago se encontró con los clásicos. Incluso en sus últimos años aún podía recitar de memoria algunos de esos textos.
Aunque Saramago era buen alumno, no pudo finalizar sus estudios porque sus padres ya no pudieron pagarle la escuela, por lo que para mantener a su familia Saramago trabajó durante dos años en una herrería mecánica. Mientras tanto, sin guía alguna, se leyó toda la biblioteca pública de su barrio. Entre los pocos ejemplares de su propiedad, figuraban textos de escritores argentinos.

Comienzos como escritor

Pronto cambia de trabajo y comienza a trabajar de administrativo en la Seguridad Social. Tras casarse en 1944 con Ilda Reis, Saramago comienza a escribir la que acabará siendo su primera novela: Terra de pecado, que se publicó en 1947 pero no tuvo éxito. Ese año nació su primera hija, Violante. Saramago escribió una segunda novela, Claraboya, pero nunca fue publicada. Los siguientes veinte años no se dedicó a la literatura. «Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar».
Entra a trabajar en una compañía de seguros. Simultáneamente colabora como periodista en
Diário de Notícias, un periódico de alcance nacional, pero por razones políticas pronto es expulsado. Luego, colaboró como crítico literario de la revista Seara Nova y fue comentarista cultural. Formó parte de la primera dirección de la Asociación Portuguesa de Escritores, y también desempeñó la subdirección del Diário de Notícias. Desde 1976 se dedicó exclusivamente a su trabajo literario.
Sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de
Salazar. Consigue trabajo en una editorial en la cual trabaja durante doce años. En su tiempo libre traduce varias obras: Maupassant, Tolstoi, Baudelaire, Colette
En 1966 publicó
Os poemas possíveis.
En 1969 se afilió al por aquel entonces clandestino
Partido Comunista Portugués. Ese mismo año se divorcia de Ilda y abandona su trabajo en la editorial para dedicarse plenamente a vivir de la escritura, bien como articulista, bien como novelista. En 1970 publica Probabelmente alegría Entre 1972 y 1973 fue redactor del "Diário de Lisboa". En 1974 se sumó a la llamada "Revolución de los Claveles", que llevó la democracia a Portugal. En 1975 publica O Ano de 1993.

Consagración

Su primera gran novela fue Levantado do chão (1980), un retrato fresco y vívido de las condiciones de vida de los trabajadores de Lavre, en la provincia de Alentejo. Con este libro Saramago consigue encontrar su voz propia, ese estilo inconfundible, límpido y casi poético que lo distingue. En los siguientes años, Saramago publica casi sin descanso: Memorial do convento (1982), donde cuenta las más duras condiciones de vida del pueblo llano en el oscuro mundo medieval, en épocas de guerra, hambre y supersticiones.
Este libro fue adaptado como ópera por
Azio Corghi, y estrenado en el Teatro de la Scala de Milán, con el título de Blimunda (el inolvidable personaje femenino de la novela). También Corghi adaptó su obra teatral In nómine Dei, que con el nombre de Divara fue estrenada en Munster. De Azio Corghi es también la música de la cantata La muerte de Lázaro, sobre textos de Memorial del convento, El Evangelio según Jesucristo e In nómine Dei. Fue interpretada por vez primera en la iglesia de San Marco, de Milán. En 1984 Saramago publica O ano da morte de Ricardo Reis y en 1986 A jangada de pedra (La balsa de piedra), donde cuenta qué sucedería si la península ibérica se desprendiera del continente europeo. Ese año (cuando tenía 63 años) conoce a su actual esposa, la periodista española Pilar del Río, natural de Castril, Granada nacida en 1950, quien finalmente se convierte en su traductora oficial en castellano.

Traslado a la isla de Lanzarote

La novela El Evangelio según Jesucristo (1991) lo catapulta a la fama a causa de una polémica sin precedentes en Portugal (que se considera una república laica), cuando el gobierno veta su presentación al Premio Literario Europeo de ese año, alegando que “ofende a los católicos”. Como acto de protesta, Saramago abandona Portugal y se instala en la isla de Lanzarote (Canarias). En 1995 publica una de sus novelas más conocidas, Ensayo sobre la ceguera novela que fue llevada al cine en el 2008 bajo la dirección de Fernando Meirelles. En 1997 publica su novela Todos los nombres, que gozó también de gran reconocimiento. En 1998 gana el premio Nobel de literatura por Ensayo sobre la ceguera, convirtiéndose en el primer escritor (y hasta ahora el único) de lengua portuguesa en ganar este premio. Desde entonces compartió su residencia entre Lisboa y la isla canaria, participando en la vida social y cultural de ambos países cuyas estrechas relaciones justificó en una entrevista para proponer su idea utópica de creación de una Iberia unida.[2] Ateo declarado, colaboró ocasionalmente en prensa, aportando su punto de vista,[3] siempre agudo y comprometido.[4] En definición suya, "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio".[5] Una de sus últimas obras fue "Las intermitencias de la muerte", cuenta de un país cuyo nombre no será mencionado y se produce algo nunca visto desde el principio del mundo: la muerte decide suspender su trabajo letal, la gente deja de morir. De ahí en adelante, se relataran situaciones inimaginables o no, ya que nadie muere pero siguen envejeciendo.
Falleció a los 87 años, el día
18 de junio de 2010 , en su residencia de la localidad de Tías (Lanzarote, Las Palmas) debido a una leucemia crónica que derivó en un fallo multiorgánico. Había hablado con su esposa y pasado una noche tranquila. Saramago escribió hasta el final de su vida, pues se dice que llevaba 30 páginas de una próxima novela.

lunes, 21 de junio de 2010

LA LUZ

Quien me escuche hablar pensaría que estoy loco. No lo estoy, aunque suena raro decirlo. Pues yo mismo así lo he creído en varias oportunidades.

José disculpa que haya leído tu cuento sin tu consentimiento pero me dio curiosidad y sentí la necesidad de hacerlo. Pero al revisar las primeras líneas no puedo dejar de sentir que estoy leyendo el inicio de la obra “EL Túnel” de Sábato. No sé si ese equivocado pero me parece que has dejado que el inicio de la obra de Sábato influya mucho en tu obra al menos en las dos primeras líneas, las mismas que me tome la libertad de resaltar y cambiar de color plomo. Espero no te moleste y te sirva quizá mi sugerencia y observación como lector sin el ánimo de molestarte; pero si por el contrario decides que mi apreciación nada tiene que ver con tu intención olvídalo no dije nada y borra estas líneas que solo malogran tu escrito.

Atentamente, David Tu hermano y admirador.

Ha disculpa de nuevo también agregué algo a la parte que hablas de la mesa que sostiene al televisor de la sala jejejejjeej solo es una sugerencia jejejeje para darle un poco más de misterio jejejejej. Lo siento. Además me gusta mucho el nombre “DIONISIO” pero prefiero mi “David” va mejor conmigo y mi personalidad jejejej.





a miguel angel: esa luz que ahuyenta a la muerte

La casa de mis padres (a la que llamaré casa “2” para evitar confusiones) no es portentosa, mucho menos emperifollada con cosas lujosas ni artefactos de vanguardia, pero es cálida varias veces, y acogedora. Consta de tres recámaras y una seudo- habitación instaurada en la tercera claraboya de la pieza, en cuya estancia se aloja mi casa por las noches, un pasillo anexa las habitaciones con un baño, lateral a un espacio baldío donde descansa una mesa vieja en el centro que cumple el rol de comedor al cual suministra claridad el segundo tragaluz que curiosea a una de las habitaciones y a la vez rayano a la cocina. La sala es un recinto amplio, luminoso, contiguo al comedor, sus paredes color marfil con delgadas franjas azul acero en las coyunturas están asiduamente ornamentadas con cuadros de paisajes vistosos y un almanaque del año con la figura de una mujer semidesnuda mostrando despreocupadamente las moradas aureolas de sus pezones con los dedos, de espaldas a la ventana que da a la calle esta el estropeado televisor faeda, que fue construido por mi hermano mayor en uno de sus arranques de carpintero, está situado sobre una rustica mesita color marrón oscuro en donde mi madre ve las telenovelas durante el día, al lado izquierdo hay una rinconera con cuatro niveles, en el tercer nivel se halla una fotografía de papá en la cocina en el día de su cumpleaños y en la ultima veta unos elefantes de yeso y un muñeco de nieve de losa que una amiga suiza le obsequió a mi hermano Dionisio, detesto a ese muñeco de nieve, es tan estúpido, detestable he maquinado un plan para desaparecerlo pero aun no me atrevo a ejecutarlo, al lado derecho están los pequeños anaqueles atiborrados de libros de novelas y libros de filosofía, es acaso lo único valioso que existe en esta casa “2”, y como parte final esta el primer tragaluz pegado a la puerta principal, bajo el cual mis hermanas han implementado un tendedero en donde ponen a secar sus calzones y sus medias.


II

Martes, 16 de febrero: me siento cansado, abatido. No he dormido bien anoche, siento mi boca viscosa, y un considerable ardor en los ojos me obliga a frotármelos reiteradamente, creo que ha sido una de esas noches en la que uno se siente insecto, una noche con todas las facultades palmarias a favor para sentir la amenaza de la transformación repentina, cuando empiezo a sentir que emergen varias patas en la boca de mi abdomen que se mueven arrebujadamente. Pero no ha sido el caso el de hoy felizmente, pues miro mis manos, están integras, conservan su apariencia normal, mis pies tampoco han sufrido trastorno alguno, ni algún lugar de mi cuerpo. Me siento alegre por eso. sí, me siento alegre cosa que no es usual en mi, desde que estoy encerrado en el claustro de mi casa, no alcanzo a recordar el día ni siquiera el año preciso en que me encerraron aquí, a veces creo que el problema va más allá de una arbitraria iniquidad, y no muy lejos de un auto encierro. El hecho es que no consigo salir por más intentos que he llevado a cabo. Seria cómodo echar todo al diablo y ahorrarme el trabajo de recordar cosas que me fastidian, pero no siempre todo lo relajado es gratificante; creo que el problema de mi claustro deviene de mucho tiempo atrás, no recuerdo el día con exactitud, pero creo que fue en la época de mi niñez, sólo que no recuerdo como. Solo un día desperté y ya estaba aquí entre estas cuatro paredes indestructibles gritando y llorando estentóreamente pero nadie me oía solo yo a ellos, y hasta ahora es así, grito, maldigo, refunfuño, pido auxilio pero nadie me oye, solo ciertas veces algunas personas se asoman como de casualidad a la ventana de mi casa, realizan una pesquisa extraña, somera y se marchan, es como si percibieran algo inescrutable, así como cuando un critico de arte mediocre observa superficialmente en una exposición un cuadro abstracto de gran calidad y se marcha murmurando ante la ineficacia para descifrar mensajes, significados y tonos clandestinos: concreto, solido, o de lo contrario diría, impreciso, intrascendental, un mamarracho. Casi siempre son mujeres las que se acercan a echar un vistazo a mi casa, y es que acaso yo prefiero que sean mujeres, me producen curiosidad las mujeres lo confieso, me causa conmoción su forma de hablar, de sentarse, de mirar y en fin de hacer todo, nunca he estado con una muy cerca, ni siquiera a moderada distancia, me gustaría tocarlas ¿se sentirá su carne igual a la de un hombre? lastima que siempre terminen por marcharse todas, algunas me observan desde la mirilla de la puerta, otras en cambio prefieren las ranuras de las paredes, son pocas las que se atreven a expectarme directa y fijamente a través de el vidrio de la ventana sin huir despavoridas. Les he cobrado afecto. Le he cobrado afecto a todo lo que me significa una esperanza de escape.
No quiero interrumpir el relato pero tengo que hacerlo, alguien llama a la puerta de la casa “2” pero, ¿quién podrá ser?, cada vez que alguien llama a la puerta siento que un cuchillo trasciende desde mi hígado y se materializa en mi mal humor con sabores amargos y grotescos, puede que sea la vecina obesa de al lado que viene a solicitar ayuda a mi madre o lo que es peor a mi, que fastidio es vivir cerca de estas personas, jamás pierden la oportunidad de amargarle a uno la existencia, por otro lado cabe la tediosa posibilidad de que sea mamá o mi padre o alguno de mis hermanos, no llego a entender como se percatan de mi existencia en oportunidades como esta estando yo encerrado en esta casa y otras no, mi casa, una totalmente distinta a la suya, donde solo existe un laberinto de ideas sin una luz que dirija su escapatoria, donde no ingresa ni el aire ni los ecos del exterior, ni los ruidos ni nada, quizá no se han percatado de mi encierro es por ello que no han acudido a mi rescate, es posible, pero los odio de todas maneras, los detesto a los dos, de igual manera a mis hermanos, ¿Cómo es que no se han dado cuenta de mi encierro?, que descuido el suyo, o quizá yo no se los he permitido de algún modo, quizá cada vez que los veía pasar cerca de la ventana de mi casa sentía temor y aseguraba furtivamente todos los cabos de posible acceso. Siempre que amanezco y me descubro encerrado en mi casa, que es sucia, y maloliente, con millones de cosas vagas, imprecisas, que me dañan, grito, los aclamo, vocifero, golpe la puerta y el vidrio de la ventana pero ellos no se percatan de mi existencia. Me viene a la memoria una historia que me conto un amigo en la primaria:

“Un naufrago, permanecía por varios años clausurado en los márgenes de una pequeña isla, en los primeros meses no hechó de menos la conexión con el mundo exterior, de lo contrario se dedicó a experimentar y disfrutar cada cosa en particular que ahí existía como un mundo individual y así lo siguió haciendo por varios años hasta que empezó a aburrirse y caerle mal las cosas que consumía y abordaba reiteradamente, entonces empezó a extrañar la interacción con el mundo en su totalidad, se enfermo, se sumió en una fuerte depresión y maldijo la hora en que desaprovechó el tiempo en disfrutar cosas que a la larga no lo llevarían a ninguna parte y no usarlo en construir un método para salir de ahí. Cierto día cuando se encontraba ávido parado frente al inmenso océano paso un barco a pocos metros de la isla, el naufrago hizo todo lo imposible para que se percataran de él: agitó los brazos porfiadamente, libero señales de humo, gritó enérgicamente pero fue inútil. En los años que transcurrieron volvieron a pasar otros barcos pero cada vez más lejos y el hombre volvió a repetir la empresa, siguió esperando toda la vida a que en una de esas pocas veces uno lo advirtiera y no se preocupó en construir una falúa para abandonar la isla por sus propios medios”.

Quizá algo similar acurre conmigo, esta casa en la que me encuentro cautivo desde hace muchos años es la isla en la que soy un naufrago sin escapatoria, la gente y en fin mi propia familia son como los barcos que no me advierten, que no ven a través de la distancia y la neblina que se interpone entre sus ojos y yo, y con respecto a lo último ¿cual podría ser el método posible que podría sacarme de aquí? No creo poder construirlo, no me siento capaz, necesito ayuda. Nunca he logrado algo valioso, a veces me ha parecido vislumbrar en lo elevado del techo un pequeño orificio con un lánguido hilo de cocer pendiendo pero no me he atrevido a escalarlo, carezco de valor, siempre he sido un cobarde, un insuficiente y así moriré encerrado para siempre.

Me incorporo, calzo mis sandalias, voy parsimoniosamente hacia la puerta a ver quien es el individuo que fastidia tozudamente, en el trayecto me aseguro que mi aspecto no sea lo suficientemente astroso para asustar a esa persona, el espejo del baño esta chisporroteado con varias manchitas de color amarillento que incrementan su deplorable estado, mi rostro se dibuja confusamente en el cristal, confirmo mi sospecha inicial. Pienso en que no seria una idea descabellada hacer un canje de cabeza o de todo el cuerpo en general, quedaría más adecuado. Aliso mis cabellos de manera somera y me despojo de un kilogramo de lagañas de los ojos. Salgo. Cerca a la puerta me cercioro que los golpes provengan de la puerta y no de otro lugar. Han habido ocasiones en que he confundido las escaramuzas de los pericos con porrazos en la puerta. Luego de segundos de aguzar los oídos abro desconfiadamente, un rostro prolongado, unos ojos diminutos me espéctan ávidamente. ¿Quién puede ser?, al parecer tampoco nota mi encierro, solo me ve a través de sus ojos, solo ve las paredes, la fachada y la ventana cerrada de mi casa, no inspecciona en su interior, quizá es lo mas recomendable, no le agradaría ver lo que hay dentro, es como los demás idiotas solo basura que se moviliza, su expresión de sabelotodo no me gusta, me fastidia incluso, creo que ya empiezo a odiarlo. Al parecer mi mirada de interrogación lo amedrenta, lo hace exasperarse, por que saca de entre su portafolios un libro. No, una biblia. Con intenciones de terminar pronto y marcharse.

--Buenas tardes señor. Me da la mano. Se la niego. Hay cosas en la vida a las que abomino verdaderamente y entre esas se hallan las personas que caricaturan la religión, esos viejos ridículos con corbatas mal puestas y viejas faldonas o muchachos que no han aprendido a leer bien, o a escribir o a reflexionar un día en que significa verdaderamente la palabra Dios o cielo o infierno y pretenden enseñar a los demás, es como si un vivo pretendiera enseñarle a otro el arte de la muerte, no se puede, no es justo, no lo admito, es mas lo degrado al extremo de putrefacto. ¿Como si fuese tan fácil? Nada es fácil, nada es tan fácil.

--¿Qué desea?—pregunto con evidente tono de enemistad. El individuo se ataranta, se apabulla tratando de atrapar una palabra entre sientas que se mueven guturales en su boca, al fin se hace de una. Profiere:
--somos testigos de Jehová señor y veni…--se interrumpe—perdón cual es su nombre?-- Mi mirada lo dice todo—pues bien—continua: como usted sabe la tierra se halla en sus últimos días, zatanas como muchos lo conocemos o zatan se esta apoderando de la tierra, nos induce, nos pone trabas para caer en sus garras y hacernos sus aliados. Pero también existe Dios. ¿Usted sabe quien es Dios? No respondo y no tengo la menor intención de hacerlo a ninguna de sus interrogantes estúpidas y sin fundamento, así que me limito a mirarlo: es un chiquillo a penas, no ha de tener más de diecisiete o dieciocho años, lleva puesto una corbata azul que desconcuerda con el color grana de su camisa, no lleva correa y unos zapatos de escolar le inyectan un aire despreciable.
--asiento--¿pero a que?, no ha dicho nada, de su boca solo han salido más que costales vacios, estupideces sin siquiera forma ni sonido, quizá lo hago por que espero que se marche pronto, pero al descubrirme en mi error me exaspero: ¡vallase! Y le tiro la puerta en la cara.

No creo en la posibilidad de algún tipo de existencia después de la muerte, es más la muerte no debe tener nombre, no debe escribirse siquiera, debe limitarse a ser algo abstracto sin sonido ni finalidad, solo debe ser el término de la vida, sólo eso, la paz, el sosiego del espíritu que también termina cuando el cuerpo deja de moverse, la muerte no existe, es la nada, lo que existe es la vida que tiene como delegado al espíritu que se materializa en el cuerpo, ¿acaso alguien ha visto como se peina la muerte?, no existe, no tiene forma de materializarse. Por otro lado considero que la vida es lo que mucha gente llama el infierno. El paraíso sin embargo puede ser un solo instante, un segundo del infierno que a su vez puede ser más inmenso que el universo, hay mucha gente que llega a conocer el paraíso, sólo que no tiene la dicha de saberlo, se olvida de reír un segundo. ¿Qué hay sobre la existencia de Dios?, para responder a esa interrogante basta sólo con hacer recordar a la gente que hace muchos años hubo un hombre llamado Claudio Tolomeo, gestor de una teoría en la que se afirmaba que la tierra era el centro del universo, “la teoría geocéntrica” y por tanto todos los demás planetas y el sol giraban alrededor de la tierra, tal teoría se infundió como cierta e inequívoca por miles de años y eran decapitados todos aquellos que la detractaran. Un día apareció un hombre, Nicolás Copérnico, que demostró con hechos que la tierra no era el centro del universo si no el sol y así apareció la teoría heliocéntrica que es verdadera hasta que después de un millón de años no aparezca otra teoría que refute a la actual, ¿Cuántos años han pasado desde que se cree en la existencia de dios? La respuesta es: ni dos mil años ¿saben a lo que me refiero? Ningún conocimiento puede darse por culminado y por lo tanto verdadero, todo esta en constante evolución, la geografía terrestre cambia, también cambia la sociedad, el pensamiento y con ellos cambia el conocimiento humano, ¿Quién nos asegura que dios existe? ¿Acaso la biblia? ¿Acaso esos mentecatos que la predican? ¿Alguien ha visto a Dios?, yo no, y acaso alguien puede culparme y tacharme de soberbio y apostata por no creer en algo que no he visto, que no he palpado? El que diga lo contrario es un hipócrita, como los hay muchos en este mundo, en situaciones como esta es que me siento dichoso en estar encerrado en mí casa.

Para finalizar con este tema que me produce dolor de estomago diré que creer en Dios es como si un hombre adulto, que creció huérfano recibiera bajo la puerta una carta impresa a computadora con el remitente que dijera: atte.: tu padre, en la que le jurara amor incondicional y prometiera venir a llevárselo a fin de mes a vivir con el, díganme ustedes, ¿se le puede a este hombre acusar de orgulloso e incrédulo por no creer o dudar de la existencia del supuesto padre?, dense la respuesta ustedes mismos a mi no me causa interés alguno.

III

Domingo 20 de febrero: Son las 5:32 pm. Mi casa esta más sucia y desolada que nunca, tanto por fuera como por dentro, hace mucho tiempo que ya nadie se acerca a echar un vistazo, extraño aquellos días del colegio en que podía ver mucha gente a través de la luna de la ventana, caminar, transitar entre ellos sin que pudieran percibirme realmente y sólo sentir el suave halito del vistazo desprevenido, de los balbuceos, de la mirada de soslayo a la fachada, con una curiosidad que a mi me maravillaba. Ahora ni eso hay, estoy mas sólo que nunca, antes me hacían compañía las miradas, los comentarios de los individuos del salón, las risas.
Creo que mi cuerpo empieza a bambolearse, y también creo ver mi piel convertida en un gran costal hecho totalmente en vertebras externas de un tono marrón brilloso, lucho, libro una sangrienta batalla por no verme brincando bajo la mesa, confundido con los desperdicios, suele pasar siempre que estoy deprimido por eso no me desespero totalmente, incluso me estoy acostumbrando, esta escena de resistencia la llevo a cabo más por habito que por temor.

Luego de tantas escaramuzas triunfo al final, consigo abandonar el pasillo en dos piernas y me dirijo con mi casa hacia la cocina.

Respiro un aire tranquilo, distinto cuando ningún integrante de la casa “2” la infecta con su presencia, debería repetirse la escena todos los días, todo seria distinto y hasta mágico, quizá seria un punto de partida para que empiecen a aparecer otros orificios sobre el techo de mi casa como el que vislumbre un día en sueños cuando me soñé que era feliz.

Temo aceptarlo, pero creo que son grandes personas, los míos, mi familia. No me tratan mal, ni siquiera me golpean ya hace mucho tiempo, es más solo una o dos veces lo hicieron, lo que me enfada de ellos no es su maltrato hacia mi, si no su incomprensión, su incapacidad para abordar a un ser como yo, su deficiencia para escrutar un poco más el solido muro que nos distancia enormemente. Siempre están hostigándome con asuntos que a mi me parecen absurdos, insustanciales, me achacan el hecho de negarme a conformar un eslabón mas de la hedionda, fermentada cadena de los otros. A cada momento están recriminándome cosas, exigiéndome, enviándome a hacer sus mandadillos y lo que es peor algo que detesto, algo que me destruye, me obligan a abrirles la puerta todo el día, a respirar el aire de afuera que ahora me afecta, se ha convertido en una especie de tóxico para mi ánimo, y la luz del día o un rostro extraño me reciben como flechas desde afuera, ya no es cosa mía, el decidir salir o no, es cuestión de seguridad contra la supervivencia de mi especie, a cada momento están saliendo y entrando a la casa “2” como seres repulsivos. Me recuerdan a las hormigas o a los conejos ¿Por qué no se marchan lejos? Quizá de esa forma los aborrecería menos, el hecho de saberlos lejos tal vez incrementaría mi disposición a recordarlos, ¿y si se murieran? Los amo, pero es un amor extraño, distinto, todavía no logran descifrarlo, los amo pero para no dejar de hacerlo, a veces creo que la solución sería que se murieran por algún tipo de muerte distinta a la que causen mis intempestivos arranques de aniquilación, pienso que de ser así seria todo menos doloroso para ambos, y los recordaría sereno y no con la piel hecha volcanes apunto de erupcionar.

Pero por el momento no están, significa que estoy desprovisto de amenazas, mi mente esta serena, lucida, como siempre que están fuera, creo que podría y no seria mala idea echar un vistazo a fuera de mi casa a través de un pequeño orificio que se ha creado en la pared, lo acabo de notar por el hilo de luz verdadera que atraviesa los ánimos enmarañados de mi recinto.

Me acerco suspicaz, temeroso todavía del fascinante descubrimiento. Replegó mi rostro a la pared y adhiero mi ojo derecho al orificio, todo se observa tan tranquilo, templado, con una paz ulterior que no conocía, hay un aire intenso que rodea las cosas verdaderas y las convierte en otras, que no me amenazan ni me hacen alusión con tirria, incluso los desperdicios están distintos, se hacen mis amigos, me invitan a abrir la puerta y dar de una vez por todas el primer paso en el umbral que me libre definitivamente de aquí, me animo pero a la vez no dejo de temblar, no me abandona, no me deserta un miedo misántropo que me hace temerle a todo, los miro ligeramente de costado o con la cabeza gacha, libero una que otra sonrisa que pronto se desdibuja de mi rostro, pues carezco del valor necesario para enfrentarme a algo casi desconocido, a algo que siento ya haber olvidado con los años de encierro, no confío ciegamente en ellos pero a la vez la puerta parece ceder por si sola, parece abrirse sin necesidad de yo tocarla, como si una mano invisible hubiese abierto las mil cerraduras y ahora la empujara suavemente incitándome a abandonarla. ¿Qué estará sucediendo dentro de mi?, estoy experimentando diversos cambios muy precipitadamente, especialmente estos últimos días en que me he quedado solo, no mucho tienen que ver con los que he vivido los últimos meses bajo la mesa, o batallando por mi vida en el inodoro, es algo distinto, es bueno, lo presiento. Puede ser que en veces anteriores hayan existido ya otros orificios como este, puede ser que no lo haya soñado como lo he venido aseverando siempre, si no que fue toda una realidad rotunda, notoria y tangible.



José, Realmente mi admiración por ti a crecido mucho más al leer esta narración, y te felicito xq has logrado captar mi atención y mi curiosidad por saber como termina esta historia, quisiera saber más de los personajes que mencionas sobre todo del protagonista que lo siento muy solo y triste con un vacio interno muy duro, quisiera saber como termina y que eso tan interesante y aparentemente bueno que esta empezando a experimentar, ojala que sea algo que le permita salir de su encierro ojala que sea la luz que tanto rechaza pero que en el fondo anhela, ojala que permita que Dionisio con sus errores de hermano mayor y con su derecho a ser odiado por él que se ha ganado apulso pueda ayudarlo a romper el muro del claustro que durante años encierra al protagonista y que también encerró al “Asterion” y que en algún momento también encerró al hermano mayor aunque no lo creas…
Corregí algunas tildes no más que eso porque no quise malograr la intención que habrás querido propinarle a tu texto.
Y dile al protagonista de la narración que perdone a Dionisio por ser uno más del montón y no acudir a su llamado, quizá él quiso hacerlo pero igual que el protagonista no sabe como ayudarlo pero que sufre desde fuera de y que sin que se de cuenta lo observa y sufre su sufrimiento tanto o más que el mismo.

David.