miércoles, 16 de junio de 2010

YO ANOMAL

AL SIN NOMBRE


El sol es venenoso todos los días a esta hora, el yugo pesa, y el pescuezo del colorado es más ducho y fuerte que el mío. Si el colorado me entendiera le pediría que no ande tan deprisa, que me dé tregua para tragar un poquito de aire, ese aire húmedo y dulzón de la once, pero el colorado no me entiende, debe ser porque no sé mugir como él, es difícil concebir que un toro no entienda el lenguaje de otro toro, o que un humano no entienda el lenguaje de otro humano, ¿y si yo no lo fuera?, ¿y si todo ha sido una terrible confusión?, eso explicaría de algún modo la indiferencia de mi compañero, y que yo carezca de ciertas bondades, como tener cuernos por ejemplo, pero en el caso que así fuera, en el caso de no ser un toro quiero decir, ¿Qué soy entonces?, ¿a qué especie pertenezco?, don Graciano me trata como a un toro, todos los días nos unce al yugo al colorado y a mí, y juntos labramos la tierra horas y horas bajo el sol. “tu al lado derecho”, me ordena golpeándome con su chicote, según él porque soy yo el más débil y tengo que ir al lado de la pierna más fuerte de mi compañero, para que no se ladee el yugo.

Acabada la jornada le ordena al Roberto que nos lleve a beber agua al río, y luego nos ate a cada quien en su estaca para recibir el almuerzo, al colorado le arroja una brazada de panca, y a mí sandillas rajadas o zapallos malogrados, sólo como las sandillas, el resto lo entierro en un gran hoyo que he cavado durante noches, luego cubro el acceso con un poco de panca, no me agrada que me traten de esa forma, eso refuerza mi hipótesis de que no soy un animal, además, mi piel es lampiña y blanda, y carezco de rabo, pero la prueba más clara de mi condición es que nunca he sentido la necesidad de estar a solas con una vaca, Dios me libre, no me gustan las vacas, quien me gusta es la Julieta, la muchacha que visita la casa de don Graciano, es casi una niña, una niña hermosa, antes no estaba seguro que ella me mirara con los ojos con que yo la miraba, a veces creía que me tenia lástima, porque más de una vez la sorprendí mirándome fijamente con sus ojazos de gato estupefacto, y no dejaba de hacerlo incluso cuando las lagrimas se lo impedían; hasta que un día se me acercó, su mano tímidamente se posó sobre mi hombro derecho y sus labios susurraron palabras que no logré descifrar, yo no entiendo nada de lo que dicen los humanos, si obedezco lo hago a puros ademanes. Como estaba diciendo. Una vez me acarició el hombro la Julieta, hasta ahí todo era normal, pero luego su mano fue descendiendo, conquistando otras partes de mi cuerpo que me apena mencionar. Ah, también me hace diferente de las bestias el sentir vergüenza, el pudor; además mi miembro no crece cuando observo el sexo de una vaca, pero si cuando la Julieta se desnuda frente a mí y me restriega en el rostro sus enormes tetas con unos pezones grandes y morados. Me daba temor al principio, luego ya no, poco a poco hasta empezó a gustarme, porque no fue cosa de una sola vez, no, no, desde aquel primer asalto, en que correspondí aunque temeroso a su asedio no falta ni una sola noche en ir hacia los ciruelos donde se encuentra el corral, a menudo la siento llegar como a media noche cuando todos se han dormido, no sé como se las ingenia para destrabar la cadena, por que a pesar de que me gusta las cosas que me obliga a hacerle no la espero con la puerta entreabierta. Es un ser muy raro la Julieta, pero hermoso, siento algo intenso hacia ella, sin embargo no sé cómo llamar a ese sentimiento, me gustaría poder designarlo por un nombre especifico, es algo inexplicable, y aunque es un misterio su posición con respecto a los sentimientos no me importa, sentir algo hacia ella me basta para ser feliz. Desde que cruza el umbral de la puerta empieza a tantear en el oscuro como un gallo ciego, se tropieza, se confunde y a veces termina dándole besos al colorado, por que yo tengo miedo de sus tocadas y siempre me mudo de lugar hasta donde la cadena me lo permita, entonces empieza a llamarme pero en voz bajita que sólo ella, el colorado y yo podemos oírla, así continua con su trajín hasta que finalmente da conmigo, seguramente delatado por el sonido de mi respiración, por que con los ojos no puede verme, tampoco yo puedo verla solo olerla y sentirla. Primero es su aroma a limpio, a jabón de ropa la que me acaricia, luego son sus manos, sus labios, finalmente todo su cuerpo. Luego de haberme hecho recostar desnudo se trepa sobre mí, me rasguña, se zarandea como poseída, me hace que la bese, y que introduzca entre sus piernas ese bulto que tengo entre las mías. 



Una vez sorprendí a don Graciano haciendo algo parecido con su mujer, solo que en esa ocasión él estaba sobre ella, los vi una tarde cuando veníamos con el colorado camino del rastrojo al corral, yo aproveche un descuido del Roberto para desatarme en carrera hacia la casa, me asomé por la ventana y ahí los vi, no sé como se llame a ese acto, el caso es que la vieja gemía, parecía que lloraba, primero creí que don Graciano le estaba pegando, como es su costumbre, iba a intervenir pero un fuetazo en la espalda me detuvo, era el Roberto. Por eso me pregunto la razón porque se quejan las mujeres cuando hacen eso, antes pensaba que únicamente lo hacia la mujer de don Graciano, luego comprendí que no, que todas lo hacen, por que desde la primera noche en que la Julieta vino al corral y se me trepa se queja como loca.

Hoy como todas las noches la Julieta se ha marchado, pero no se fue sin antes haberme hecho comprender al fin la verdad, ¡soy un humano!, pertenezco a esa terrible especie que degenera la tierra, a ese ser ruin que mata y es capaz de someter a su propio hijo por satisfacer su vanidad, no quiero ser un humano, pero tampoco quiero seguir siendo animal, si le hago saber a don Graciano que soy persona me obligará a comportarme como él y yo no quiero eso, y si callo significa que mañana volveré a unir mi pescuezo al yugo, y soportar la prisa del colorado huyendo del fuete. Ambas cosas son terribles. He pensado en huir, aprovechar la noche para zarandear la cadena de mi pescuezo hasta que ceda y luego trepar los palos del corral y correr hasta sentir que estoy lejos de aquí y ocultarme en un lugar donde no me pueda encontrar don graciano ni la maldad del Roberto, ellos son malos conmigo, siempre me golpean hasta sacarme sangre. Por eso y por tantas cosas quiero huir, podría hacerlo en este instante si no fuese porque la Julieta la noche de hoy no ha venido a obligarme a que me trepe sobre ella. No, nada de eso, hoy estaba triste, no la vi pero creo que lloraba por que sentí su rostro húmedo, ni siquiera me manoseó como otras noches, sólo se acurrucó sobre mi pecho y no paró en musitar palabras que hoy entendí por primera vez. Solo supe lo que pasaba cuando tomó mi mano y me hizo depositarla sobre su vientre. Estaba hinchado, no lo había notado por que yo casi no le toco esas partes, y seguramente ella tampoco lo notó hasta ahora, por que recién hoy vino a hacerme saber de que tiene algo mío dentro de ella. Es por eso que no puedo irme, es por eso que debo renunciar a mi sueño de ser libre, tengo rabia, mis ojos también se inundan con esas gotas saladas que descienden por la boca. Sí, tengo rabia, pero a la vez no dejo de imaginarme lo que hay en el interior de la Julieta, si ella asegura que es algo mío, debe de parecerse mucho a mí, siempre soñé con alguien igual a mí, un ser que copiara mi fisonomía, mis sentimientos, mi nobleza. A veces soñaba a que destrababa la cadena de la puerta y me exhortaba a huir junto a él, era como si estuviese viéndome a mí mismo, y a la vez estar viendo a una persona distinta, o como si ambos fuéramos uno solo pero fraccionado en dos. Accedía a su persuasión pero luego sucumbía a la idea al pensar que nos podría sorprender don Graciano o en el peor de los casos el Roberto, entonces lo atarían también a él de por vida al yugo junto al colorado. Yo no quiero eso para ese ser que se parece a mí, quiero lo mejor para él, deseo que tenga las cosas que no tengo ni tendré jamás, y que su cuello no se lastime con el peso del yugo, por eso mañana voy a enfrentarme a mi padre, voy a decirle quien soy, hacerle ver que ha ocurrido una terrible confusión conmigo y que no permitiré más maltratos, les presentare a mi novia Julieta, y les diré que está esperando un hijo mío. Mi padre pondrá un grito en el cielo, mi madre no dirá nada, y mi hermano Roberto, que anda muy enamorado de mi novia gritará a los mil vientos que la madre de mi futuro hijo es una puta que se metía todas las noches a mi habitación a provocarme.

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